Desde la penumbra
nuestros demonios son amigos de la madrugada, les brilla la piel y la coraza,
huelen a mar y lágrima, a cuchillo y billete. Asechan. El canto de un tren añejo
se diluye igual que la historia, ciudad en sombra, en magia y simulacro
escapando por rendijas a la finita nostalgia de una postal, vientre de diablo
rojo, de mujer inminente, aquí cosecho esporas y sudores, zurzo libertades y
ventilo estigmas… allá, todos somos semejantes.
Vicente Gaibor del Pino
Panamá, feb 2012
Vicente Gaibor del Pino
Panamá, feb 2012
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