La vecindad simboliza nuestro amor por la sombra, su temperatura y briza. Casi todos
reconocemos en los soportales nuestra identidad de tierra tropical, nuestro gozo al caminar
despacio y sin rumbo disfrutar de la ciudad, los soportales nos enseñan a caminar cerca de
las puertas de los barrios y sus habitantes, pero que sucede cuando esos habitantes son
nuestra gente, nuestra familia vecina.
Siempre imaginé un largo soportal, enrollado en si mismo, como un gran caracol, acogiendo
dentro de si todas esas familias ubicadas a lo largo de una cuadra, entonces la acera se
abrazaría para formar un patio central, una especie de terraza familiar, una vecindad, un
barrio en chiquito. Estoy casi seguro que la palabra vecindad es la mezcla de vecino y
amistad.
Estos elementos arquitectónicos se están perdiendo, o se los menosprecia en favor de una
vida familiar más urbana, la cual promueve los desplazamientos, tiempos de espera y
consumo económico y de energía.
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