Friday, March 24, 2017

Aquí no hay desfiles

















Domingo, 35 grados, media tarde, voy en taxi escuchando salsa brava, la ciudad luce un poco apagada son cuatro días de vacaciones y muchos se fueron a la playa, el conductor tararea y hablamos de futbol como si fuera un domingo cualquiera pero es carnaval y no existe uno “cualquiera”, salimos del centro rumbo al sur, el taxi se pasa un par de semáforos “porque en carnaval todo se puede” – dice el taxista – los edificios corporativos desaparecen, las casas y las cuadras se achican, las calles se estrechan y los olores cambian, en las aceras, familias con televisor, piscina inflable y cervezas, entre ellos los juegos con agua y anilina, para los incautos transeúntes, un globazo!, la música abraza toda la escena pero tan fuerte que no se entiende nada.
Veinte minutos han pasado, el taxi gira en una esquina similar a las demás y aparecen “las Colectivas”, son dos edificios construidos en la década de los 50, con 350 familias a bordo y una amenaza de desalojo pendiente, pero aquí nadie se acuerda de eso, es carnaval y juega Barcelona, aquí no hay desfiles, ellos van directo a la fiesta.
El taxi me deja en la esquina porque no puede seguir, tres piscinas improvisadas cierran el paso, la calle brilla de tanta agua y las personas de tanta purpurina, el aire huele a caramelo. Sentadas en la esquina, como escondidas junto a la tienda del barrio unas cuantas madres cuidan a sus hijos más chicos que están en la piscina con la cara pintada hasta los dientes, parece que el color morado está de moda. Tómese una cerveza – gritan al verme – salud!, – dicen en coro – saludo a unos, abrazo a otros, abro la mochila y saco la cámara envuelta en plásticos y cinta adhesiva azul, parece un juguete, mi propio globo de agua. Pero este no es un día para protocolos, avanzo entre las piscinas, más allá un chico sostiene una manguera entre las piernas y con ambas manos estira la boca de un globo morado, “no lo llenes tanto que se revienta” le advierte uno que pasa corriendo, escapando de globazos que no le atinan, minutos después regresa con una niña y entre los tres se dedican a inflar y anudan globos que echan en un balde con agua para que no se revienten… lo recuerdo, yo jugaba igual.
La niña es la más hábil para preparar la artillería pero tiene miedo de meterse a jugar entre los grandes, en el callejón la cosa cambia, “allá es la guerra” me había advertido Eugenia apenas llegué, avanzo con cautela manteniendo prudente distancia, a pocos metros la bulla va descubriendo lo que me espera. Una intensa batalla campal se desata, el callejón no tiene salida, unos arremeten los otros se ocultan, gritan y ensayan improvisadas estrategias todo parece muy táctico, dos bandas de seis chichos expertos en fintas, puedo ver como cierran los ojos y afinan su puntería, por instinto calculan la velocidad y la distancia del adversario, lanza a quemarropa, está muy cerca y no puede fallar, los otros huyen entre burlas y carcajadas, la batalla es ficticia, los globazos no.          
Aquí nadie se detiene ni para comer, goooool carajo! y corro a ver la televisión, Barcelona empató el partido! los vecinos levantan sus cerveza y saltan como si les hubieran atinado un globazo en plena espalda, se abrazan, toman y me ofrecen más cerveza, salud por el ídolo carajo! yo también celebro.
Tanta adrenalina abrió mi apetito, en la esquina de enfrente veo pescado frito con patacones y otras delicias típicas, decido cruzar la calle pero antes de poner un pie fuera de la acera una cortina de espuma cae como si fuera nieve, es mejor dejarse pintar la cara me dice sonriendo una vecina con la cara morada y por un segundo aplico las fintas recién aprendidas en la batalla para huir de la escena, cuanto por el pescado “madrina”, tres dólares… deme dos!
Es un domingo interminable y aún le quedan dos días al carnaval, mañana tendrán baile y el martes un campeonato relámpago de fútbol pero hoy es para las princesas, corona de plástico y banda de escarcha, aquí no hay discursos, flashes ni candidatas, todo es un chiste que la noche y el cansancio extienden por varias horas más, porque esto aún no termina soy yo quien se despide, el cielo está azul oscuro y ya huele a merienda de mamá, la mayoría de niños se han ido, el volumen, la salsa brava y los mosquitos nunca nos dejan olvidar que Guayaquil es así, desordenada y fiestera.
Después de coronar y bañar a la Reina del Carnaval fue mi turno con el agua y la anilina morada, por suerte la cámara quedó intacta, salud!
Esa tarde Barcelona remontó y ganó 3-2.

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